Mei Ling recogió delicadamente la manga de su túnica con la mano izquierda, tomó la cuchara de bambú con la otra y dibujó un arco en el aire. Todo su cuerpo siguió aquel movimiento, similar al del vuelo de una mariposa de seda azul sobre un campo de cerezos en flor. Después, la joven devolvió la cuchara a la bandeja y colocó las manos sobre el regazo.
En la mesa baja que había frente a ella reposaban dos teteras de barro, tres tazas sin asa, una jarra, un filtro y una caja que contenía el té blanco que había elegido para la ocasión. Fuera de la bandeja, a la derecha, había una tercera tetera más grande que las otras; a la izquierda estaba el recipiente en el que había colocado las pinzas y la cuchara de bambú. Mei Ling estaba segura de haber dispuesto cada uno de los utensilios en el orden correcto, así como de haberse arrodillado adecuadamente ante la mesa. También estaba convencida de haber realizado todos los pasos con exquisita armonía y delicadeza, tal y como dictaba la tradicional ceremonia del té de la familia Zhao.
Aun así, era tanto lo que estaba en juego que las manos le temblaban.